lunes, 27 de diciembre de 2010
The 12 days of Christmas - nueva versión
sábado, 25 de diciembre de 2010
Un niño nos ha nacido
Imagen: Maternidad, de Valera Montoro
sábado, 4 de diciembre de 2010
Con el parpadeo de las luces a lo lejos

«La Navidad es posibilidad de reunir a la familia, esa institución en quiebra a la que debemos salvar. El catolicismo español, durante muy largos años y aún todavía en determinados estamentos, se apoyó en el derecho administrativo dando de lado al derecho natural –quiero decir: procedía por coacción y no por amor- y los efectos de esa ininteligencia y anticristiana actitud los estamos pagando en nuestras flacas carnes. (...) La sociedad de consumo es anticristiana y la descarada lucha por el dinero, con todas las connotaciones que lleva implícitas, da de lado al espíritu porque entiende, con error manifiesto, que el espíritu no es rentable (y en su concepción de la vida, en efecto, no lo es). Yo pienso exactamente lo contrario y creo que tan sólo con el espíritu podremos combatir esa lacra de la sociedad de consumo y la fría y desalmada tecnocracia que atenta contra la dignidad del hombre y su secuela, la libertad del hombre, premisa necesaria al cristiano».
Son palabras de un escritor de reconocido oficio al que, al margen de estudiadas imposturas o encubiertos partidismos casi ignominiosos (que los tuvo), cabe reconocerle una lucidez y una capacidad de comunicación envidiables. Y no son de ahora. Tienen ya la friolera de 35 años. Suprimamos la alusión a la “fría y desalmada tecnocracia” o, mejor, substituyámosla por ciertos “fríos y desalmados poderes mediáticos”, y las palabras reproducidas conservan una sorprendente actualidad. De pronto, se da uno cuenta de que, para ciertas cosas, treinta y cinco años no son nada. La familia sigue siendo una institución en quiebra que se resiste a quebrar, pese a los vendavales del azar o de la deliberación, como los árboles que en lugar de ser arrancados simplemente cambian su forma esperando tiempos de calma para volver a tender sus ramas en la dirección correcta. Por eso, la Navidad probablemente despierta lo que hay en el alma de aferramiento a un dulce recuerdo. Quien dice la familia dice la sociedad de consumo. Consumimos más (no sé si mejor) y, si reducimos consumo, parece que reducimos bienestar. Seguimos en buena parte dando de lado al espíritu. Y sí, es tremendamente cierto, aunque tanta gente, extraviada la mirada febril por espejismos, se empeñe en no querer verlo: la defensa de la libertad presupone la defensa de la dignidad humana. Y ojalá en esto los cristianos tuviéramos más competencia, esto último en el doble sentido, es decir que lo supiéramos hacer mejor y que hubiera mucha más gente compitiendo con nosotros en la defensa de la verdadera dignidad humana. Seríamos (todos) más libres y entenderíamos por qué la Navidad hace emerger en nosotros (todos, por sintonía o contraste) la riqueza que llevamos dentro: la esperanza humilde, como en el tango...
sábado, 20 de noviembre de 2010
Si fuera prosista o poeta escribiría cosas así o Confesión
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Minuto y medio de Roger de Taizé
Hay sabiduría en estas palabras. Sólo puliría lo de la "inocencia", tal vez en exceso optimista. Ese genio (al que algunos quieren relegar demasiado apresuradamente al trastero de lo obsoleto y al que el Papa, alumno suyo, ha recordado recientemente) llamado Romano Guardini ya advirtió de la trampa de la inocencia presunta; lo hacía comentando el dicho de Jesús de "hacerse como niños"; el niño de un día, decía Guardini, ya lleva el mal con él, agazapado en su interior, adormecido, pero está ahí. Creo recordar que Guardini venía a decir (¿dónde habrá ido a parar mi ejemplar de El Señor, aquella edición en dos tomos de Rialp en la colección Patmos?) que la presunción de una inocencia infantil es una nostalgia que los adultos tienen de algo que creyeron poseer antaño, pero que realmente nunca tuvieron.
Habría que encontrar otro término y aunque esta objeción parezca dejar sin contenido las afirmaciones de Roger de Taizé, sus palabras siguen conteniendo una gran parte de verdad, pues lo esencial no es tanto el sustantivo, sino el calificativo, no la "inocencia", sino el que algo que se tiene por dentro ha sido a veces profunda e inquietantemente herido.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Reflexiones del día después
jueves, 14 de octubre de 2010
Unos dibujitos y un In memoriam

jueves, 7 de octubre de 2010
Días de otoño
viernes, 13 de agosto de 2010
Día del Orgullo Desorientado
jueves, 29 de julio de 2010
Yaaaauum, Ecssss, Puajjjjjj
sábado, 17 de julio de 2010
Apostate usted como Dios manda

Curiosamente y parece que por motivos semejantes se da también en estas fechas un aumento del fenómeno contrario, el de querer desbautizarse, el “que me borren”. Vulgarmente les llamamos “apostasías”, aunque técnica y estrictamente no siempre lo sean. Suele invocarse la Ley de Protección de Datos y no voy a cansar al lector con todo el intríngulis administrativo y jurisprudencial que se ha ido formando al respecto. Pero sí me gustaría comentar algo de las fórmulas que suelen utilizarse en los escritos dirigidos a las parroquias o a las Secretarías de los Obispados (en realidad, son los Obispados los responsables de los ficheros). El modelo de escrito suele procurarse a partir de páginas web y aquí viene lo bueno. Porque hay de todo en botica.
Por favor, si apostatan, háganlo bien, con la cabeza y no con las tripas, a no ser que quieran quedar como perfectos imbéciles.
martes, 29 de junio de 2010
Algunas preguntas veraniegas

miércoles, 23 de junio de 2010
Ni guarra, ni puerca, ni zorra

martes, 25 de mayo de 2010
SanaMens

lunes, 10 de mayo de 2010
Culto de mitras

Fue hace años. Era en la sacristía, a punto de empezar la celebración solemne en la fiesta de la patrona. El monaguillo miró compasivamente al obispo y con esa espontaneidad impertinente que caracteriza a los muchachos de nuestro tiempo le espetó: “No et fa vergonya sortir amb això al cap?” (¿No te da vergüenza salir llevando eso en la cabeza?). Recordé la frase el pasado día 25 cuando la multitud de prelados subían las gradas del presbiterio de Santa María del Mar en la beatificación del Padre Tous. No muy lejos de mí mossén Ll., más cerca de los noventa que de los ochenta, gruñía porque no le habían reservado sitio arriba, a él que había sido aquí y allá párroco, más próximo espiritualmente al Padre Tous que algunos de los curas que ocupaban asiento junto a sus eminencias y sus excelencias (¿qué hacía en la comitiva privilegiada el ex-secretario arzobispal incapaz de exhibir otro mérito que el de la mediocridad?).
En la fotografía la cabeza que dormita bajo la mitra inclinada es la de Cañizares. Todo el entorno había de suscitar ese momento de descanso: lo acolchado del asiento, el clima primaveral, el madrugón, la distensión de no tener un papel activo sino lo bastante de la presencia, el canto arrullador de la escolanía...Aquel momento tan callando no lo era de avivar el seso, de contemplar cómo se pasa la vida y la muerte viene, sino de descansar en las verdes praderas de una feliz liturgia que transcurría con la normalidad propia de lo que ha sido contado, medido, pesado. Otros eran en la ocasión a quienes correspondía mantenerse despiertos y vigilantes. Como el Secretario de Estado presidente, a sonreír, a estar pendiente de todo. Como el Ordinario del lugar, primero por la derecha, con la mirada atenta del padre de la novia, un tanto tenso, fluidamente feliz. Como el ceremoniero arrogante que en su juventud todavía no ha alcanzado a comprender que el suyo es un oficio como el del historiador servil en el siglo XVII, un métier mechanique et remplaçable en feliz expresión de Bercé (algo parecido, lamentablemente, a mucho periodista de hoy). Como el President Montilla poniendo cara de interés ante las cámaras, como si la beatificación le importara tres cojones (la cámara sí importa, flash, flash). Como el contrincante Mas, una vez más yendo por delante y perdiendo: se daría cuenta al final de la ceremonia que es mejor estar en el tercer banco en el lado pasillo saludado por sus eminencias (como lo fue Duran i Lleida) que en esa olvidada tierra de nadie de mitad del segundo. Como
En fin, quien no se haya dormido nunca en misa que tire la primera piedra. O tal vez no, tal vez yo me equivoque y resulte que monseñor no dormitaba sino que meditaba profundamente, parando mientes en que el destino de Tous habría de ser el destino de todos y especialmente de aquellos que con anillo y sombrero romboidal llevan la responsabilidad última, la carga, que lo es, de enseñar, de santificar, de decidir. O acaso sería aquello de: “yo duermo, pero mi corazón vela”.
(Al final, fui a felicitar a fray Valentí, un historiador nada servil, hay más sabiduría en un pelo de su venerable barba capuchina de la que habrá nunca en toda la cabeza de aquel maestro de ceremonias, uf, se conoce que a veces con los blogs pasa como con las escopetas, que los carga el diablo, plato, pum, pum, sorry).
sábado, 3 de abril de 2010
Hay gente pa tó

Casualidades
domingo, 21 de marzo de 2010
Letra pequeña y paidofilia eclesiástica

lunes, 15 de marzo de 2010
Men (?) in black
lunes, 8 de marzo de 2010
domingo, 7 de marzo de 2010
domingo, 28 de febrero de 2010
Y qué más da
Por ello, me pregunto si uno de los verdaderos problemas que asola nuestra sociedad no es la filosofía de la chapuza, del “y qué más da”, con la cual algunos, probablemente adoradores de Cobras o que cobran por lo que no hacen, por no pasar por “pringaos” acaban pringando a los demás. Todo esto viene a cuento del interrogante que se plantea al considerar que si se gasta un pico de las arcas públicas para accesibilidades, para hacer la vida urbana más fácil, para que todo sea más viable y hacedero, cómo entender que de pronto nos topemos con cosas como ésta:
sábado, 13 de febrero de 2010
La espiritualidad como complicación

martes, 2 de febrero de 2010
El Dios terremoteado

Hace unos días el obispo Munilla abrió la boca y encendió los ánimos no sólo de los que siempre tienen el bidón de keroseno preparado para hacer de una chispa de chisquero una fogata, sino también de personas más decentes que inmediatamente fruncieron el ceño ante las declaraciones del mitrado. No entro a examinar el fondo del asunto (más profundo de lo que una captación rápida permitiría); otros lo han hecho ya y no mal, pero sí que deberíamos preguntarnos si ciertas frases pueden soltarse con tamaña expedición. Nuestra época, en la cual los poderes mediáticos cuidan muy bien de que quien más quien menos andemos con un pervertido sonotone, no es un buen ámbito para proceder con un “el que tenga oídos para oír que oiga” generalizado. No se trata de reclamar silencio o de callar determinadas verdades, sino de la no siempre fácil pericia de decir las cosas no sólo para que sean entendidas acertadamente (lo que ya cuesta, por esa interesada sordera a la que antes me refería), sino, además, para que no puedan ser fácilmente desentendidas en beneficio de quien se lucra de la confusión. La prueba del desacierto está en que poco tiempo después el mismo Munilla se vio forzado a aclarar qué quiso o no quiso decir.
Hay quien dice que la cuestión sobre el mal no tiene otra respuesta que el silencio, la compasión y la solidaridad. Tampoco yo tengo una respuesta fácil y diáfana. Dios parece no haber respondido más que con nuestra libertad, de la que sólo muy excepcionalmente se desdiría (suponiendo que efectivamente se desdiga). En algo tenían razón los viejos manuales: estas catástrofes nos sorprenden por lo inesperado, por la cantidad (millares) y por la cualidad (inocencia) de las víctimas, pero en esencia no hay más que una diferencia de tiempo y de modo con todos los dolores y todas las muertes injustas de la tierra. La repetición y difusión de las imágenes aumenta nuestra conciencia del desastre. A veces me pregunto qué pasaría en las conciencias si los medios nos ofrecieran imágenes repetidas y en directo, imágenes vivas y detalladas, por ejemplo, de los abortos practicados, de la explotación infantil, de tantas y tantas catástrofes silenciosas en las que no podemos utilizar el recurso de culpar tan directamente a Dios. Y volviendo al terremoto, ¿no es una llamada de atención al orgullo de un progreso científico que pretende explicar el origen del universo pero que se revela incapaz de predecir qué es lo que va a ocurrir dentro de unos instantes bajo nuestros pies?
viernes, 22 de enero de 2010
Brevísimo soggiorno hispalense

Luego está lo que yo siento por los cinco sentidos. Que tal vez ya estaba la última vez, cuando apenas me detuve, pero que no había visto un gran azulejo de la Esperanza trianera en mínimas. Veo unas magníficas fotografías en la fachada de FNAC, Aitor Lara. Oigo timbres de bicicletas que aparecen de pronto, como por arte de magia. No veo aglomeraciones en el tranvía que circula por San Fernando, ni que la boca del metro de Puerta Jerez engulla multitudes. Delante del Palacio Arzobispal no me he tropezado con cura alguno uniformado; en mis tres años de coadjutor por estos lares sólo una vez entré en Palacio; el guardia de seguridad de la puerta hizo una excepción conmigo y me tomó el nombre (por lo visto, era el sospechoso número uno). Qué historia, merece un aparte, pero la cuento punto y seguido. Que conste que fui por causa de la obediencia, porque mi General quería fotocopia de un proceso de vida y virtudes ancorado desde el XVIII, que como era un proceso de este tipo la Archivera tenía instrucciones de no facilitar nada sin la previa anuencia del Vicario General, que el Vicario General, de cuyo nombre no quiero acordarme y de cuyas luces prefiero no hablar, dijo que aquello sólo podía facilitarse al Postulador, lo cual me sirvió para decirle a mi General que no había nada que hacer, que un servidor estaba sin comerlo ni beberlo en una lista de merodeadores y que sólo con una obediencia intimada formalmente volvería yo a presentarme en el Palacio Arzobispal. Al cabo de un tiempo cerraron provisionalmente el Archivo por obras, con lo cual me froté las manos de satisfacción y tranquilidad pensando que el asunto quedaría así sobreseído. Pero una tarde me despertó en la siesta una llamada del General. Había hablado con el Arzobispo y ambos habían coincidido en algo para mí bastante evidente: la negativa a darme fotocopia de aquella documentación era absolutamente absurda. El Padre Reverendísimo y su Excelencia procedieron por la vía rápida. A la mañana siguiente un servidor tenía a disposición la documentación fotocopiada y, estando el Archivo en obras, la pude recoger en la Colombina. Mi antiguo arcipreste se ha cabreado porque después de tener su parroquia en un barracón durante diez años sin que sus gestiones para obtener una iglesia y locales decentes encontraran eco en Palacio, en cambio a don G. (quien tampoco se ha puesto en la vida cuello romano) le soltaron treinta mil euros para edificar un centro de culto absolutamente innecesario en el barrio de L.H., vamos, como para que le vengan con cuestiones de atavío. Yo me he puesto a reflexionar mientras iba estos días por Nervión y me he dicho que para confesar no hace falta andar, pero sí haber andado. Los churros de Virgen de Luján siguen siendo como esos rollos que devoraba el profeta: una delicia en el paladar y un torpedo en el estómago, así que me pido el café con leche no con uno sino con dos vasos de agua, lo cual no importa porque de agua andan sobrados este invierno, me dice el camarero. Emilio ha tenido ya tres avisos-recordatorios de que a todos nos llama el Señor algún día, así que el párroco, teniendo en cuenta lo empinados que son los treinta y dos escalones que llevan al despacho parroquial, le insinuó que convendría que fuese enseñando a un ayudante y que él lo tomara con más calma; Emilio lo tomó con calma, con seriedad, con aplomo y con cabreo contenido, respondiendo algo así como “¿me quiere usted echar?”; como se comprenderá, sigue encaramándose tres días por semana por los treinta y dos escalones, y el párroco a callar. Me percato una vez más de que sólo hay una pena peor que la de ser ciego en Granada: estar deprimido en Sevilla, así que Clarita tiene que andar muy cuesta arriba, y yo he escapado antes de tiempo (sin ver siquiera la Parroquia del Salvador restaurada), no sea que fuera a deprimirme en estos días de londinense luz.
sábado, 2 de enero de 2010
La solidaridad desatinada
Me refiero, claro está, a
No entro a juzgar las buenas intenciones que animaron a este grupo de personas. Pero sí hay que decir que la solidaridad puede ser divertida, pero no es un juego. Se convierte en un juego cuando se va en plan rally de aventuras, cuando la generosidad se contamina de la autosatisfactoria vivencia en detrimento de la eficacia. Las cifras son tan estruendosas como engañosas. Se habla de 36 ONGs, de 107 toneladas, etc. La Caravana Solidària se autoproclama con orgullo laica y progresista, para no ser confundida con otras. No está mal saber qué ideología se encuentra en el trasfondo de las motivaciones, aunque lo que realmente debe distinguir a una ONG es el objetivo que se propone y, conocido éste, el nivel de excelencia con el que tiende a conseguirlo.
Y aquí tiene huevos la cosa. Aclaremos simplemente que si usted coge en su pueblecito a cuatro inmigrantes argelinos originarios de la misma aldea, montan una Asociación de Inmigrantes de X, el ayuntamiento les cede un localito y les financia con cargo a una partida que lucirá muy hermosa en los presupuestos municipales como Cooperación al Desarrollo, pues ya está, ya tienen ustedes una ONG. No sé si ustedes lo sabían, pero la mayoría de las ONGs de la caravana estaban financiadas en buena parte por entes locales y empresas municipales o similares.
No sé si ustedes lo sabían, pero podrían echar cuentas. Sólo con el coste de los pasajes de avión de repatriación de los 38 autodenominados cooperantes desde Senegal a Barcelona vía Madrid podrían haberse enviado los correspondientes contenedores al puerto de destino. Con el resto de la financiación habría bastado y sobrado con creces para que la ayuda fuese distribuida mediante transportistas locales, incluidas en su caso las propinillas a los funcionarios de turno del recorrido. Con media docena de personas organizando en Barcelona y otra media docena en África las toneladas de ayuda habrían llegado a sus destinatarios de forma más segura, más eficiente y, ay (ahí les duele), más discreta. Mala cosa cuando en la solidaridad la escenificación de autobombo le gana a la efectividad.
Y escribo esto porque finalmente la broma va a costar (está costando ya) un dineral a las arcas públicas. Resulta que del bolsillo suyo y mío salió en buena parte el inicio de la aventura y va a tener que salir el final de la misma (esperemos que sea un happy end, en cuyo caso no nos ahorrarán las imágenes de la recepción a los aventureros de tres al cuarto convertidos ahora en "héroes").
Créanme que la tentación es fuerte, sé que no puedo ceder a ella, porque es mi obligación de cristiano y aun de ser humano civilizado el luchar contra este tipo de tentaciones, luchar contra la tentación de decirles alto y claro a los cabrones de los secuestradores: Por favor, mejor vengan a llevarse a estos Directores, Portavoces y no sé qué (van de tres en tres y con cara de preocupación) de Barcelona Acció Solidària que salen tan frecuentemente por televisión a darnos noticias de noticias que no tienen, incapaces de soltar la única frase que les daría dignidad y nos haría creer que al cabo de la calle les queda un poco de vergüenza: “la hemos cagado”.