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sábado, 25 de febrero de 2012

Metropolitano Evangelio "de" Marcos

Dentro de los actos de la Misión Metrópolis en Barcelona se ha programado una lectura pública del evangelio según San Marcos con la correlativa edición de dicho evangelio en miles de ejemplares en catalán y castellano para hacerlos llegar a personas que "han dejado la práctica religiosa o se sienten alejadas de la Iglesia".
Dejemos aparte la denominación "Evangelio de Marcos" (otros hubiéramos preferido un "según Marcos"). Al grano: se ha decidido en la publicación del evangelio dividir el texto en 12 "unidades". Ya estaba el evangelio suficientemente dividido en capítulos y versículos como para añadir esta estructura artificial. El texto pierde, por afán pedagógico, la frescura del hilo original. Además, cada unidad tiene encastada su "introducción" y, al final de todo el evangelio han puesto, como complemento, unos "guiones" de reflexión. Todo esto no hace sino convertir el librito en un texto catequético más, que habrá de repeler sobremanera a quien no tenga ya un interés directamente creyente (puede ser un texto de catecumenado, pero no sirve para quien simplemente tome el evangelio con curiosidad).
Este es el problema de confiar el texto a los profesores (Xavier Morlans, Salvador Pié, Armand Puig), acostumbrados a dar lecciones a alumnos, pero demasiadas veces tristemente incapaces de entender a los alejados (por muy "guay" que Morlans esté cada vez más convencido de ser, y por muy competentes que sean en su respectiva especialidad, que lo son, Pié y Puig).
Además, también es penoso, tratándose de tantos ejemplares, que no se haya pagado a un corrector, de modo que en la versión castellana de la introduccción general un grave error de puntuación convierta en muy confusa la relación y la distinción trinitaria entre el Padre y el Hijo.


Por lo demás, también parece que Josep Rom (¿servidumbres de Blanquerna?) se ha lucido diseñando la portada. Debo ser de gustos retorcidos o de muy pocas luces, porque o no me gusta o no la entiendo. Para empezar, mucho MARCOS y muy poco evangelio. Delante, en primer plano, un Pau Gasol con una mochila en bandolera. Seguidamente, a poca distancia, tres jóvenes que no se sabe si son okupas, indignados o de la Mara Salvatrucha, pero que parecen bastante frioleros y deprimidos, y van andando como si atravesaran un campo de minas, el paso corto y la cabeza gacha. En un tercer plano, gente corriente, como usted y como yo, dinámica, alegre... No sé, no sé, ¿significará esto que el seguidor de Jesús (o de MARCOS) es alguien que carga con una pesada y aislada cruz opresora que le ensimisma y le pone de mala folla?
Ah, y, sobrevolándolo todo, la gaviota del PP... Ay, si Benedicto hubiera sabido que la nueva evangelización iba a ser esto...

lunes, 6 de febrero de 2012

Un Job desencarnado

La lectura fragmentaria de los libros de la Biblia en la Misa no favorece su comprensión. A veces tienen su razón de ser esas molestas moniciones que, como decía un anciano profesor, parecen desflorar anticipadamente la Palabra de Dios. O, a falta de ellas, hay que entretenerse en la homilía a decir lo que el texto no dice para que se entienda lo que dice. Está claro que no se va a leer el libro entero de Job en una Eucaristía. Puede que haya omisiones que sean aceptables en favor de la brevedad. Otras son sencillamente incomprensibles. Este 5º domingo del Tiempo Ordinario ciclo B (o sea, ayer) en la primer lectura se leìan los versículos 1 al 7 del capítulo séptimo del libro de Job. Mejor dicho, casi todos esos versículos. A quien organizó la cosa no se le ocurrió mejor idea que saltarse el versículo 5. La razón no puede estar en la brevedad (¡un solo versículo!). Suponiendo que tal omisión sea razonable, habrá que buscar en otro lado la motivación.
Ante todo, transcribo el versículo "censurado":

"Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se agrieta y supura"
 (versión de la Biblia de Jerusalén)

¿Por qué se omite? Tal vez el tipo angélico que desde su despacho romano decidió esta omisión lo hizo pensando que no estaba bien en la misa oír hablar de carnes agusanadas o de pieles purulentas. Tal vez lo consideró poco espiritual. Olvidó que somos salvados por una encarnación, por una carne clavada en una cruz. Olvidó que lo que hacemos cada domingo sobre el altar es memorial de una sangre derramada y de un cuerpo entregado. Además, alguien que no conozca el libro de Job oye estos versículos y, a falta del omitido, puede pensar equivocadamente que Job no era más que un tipo pesimista, un amargado, un simple teórico de la existencia humana. En cambio, el versículo omitido le permitiría entender que Job está declarando su dolor, que habla desde el sufrimiento físico, que su lamento es un lamento literalmente en carne viva. Ahora sólo falta que venga alguien a decirnos eso de que "el dolor moral es peor que el dolor físico", aserto que suele ser veraz cuando no nos duele nada. Pero que necesita de una heroicidad no común cuando el dolor físico es intenso, penetrante, totalizador, cuando la carne se desguaza y la piel supura. El dolor de Job tenía sin duda una dimensión moral, pero haríamos bien en no omitir su raíz y su dimensión también somática.