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sábado, 13 de abril de 2013

Teresa Forcades, individualismo en estado puro


No, señor, no hay derecho. Ya sé que la revista Serra d'Or hace tiempo que bajó el nivel. Hojeen ustedes un ejemplar actual y compárenlo con uno de hace veinte años. Se ha vuelto una revista light. En realidad, es el propio monasterio de Montserrat el que se ha vuelto cultural, eclesial y espiritualmente light. Hace treinta, veinticinco, veinte años, contaba con monjes intelectualmente muy preparados, especialistas de mérito. Hoy intelectualmente vive de la inercia; desprovisto de dinamismo, es hoy un heredero que dilapida las posibilidades del rico patrimonio que sus antecesores le legaron. Entre los monjes de Montserrat hoy no será difícil encontrar un tertuliano para un debate televisivo, pero les costará encontrar a alguien capaz de provocar una chispa de impulso espiritual. El último número de Serra d'Or nos ofrece (y de ahí toma portada) una entrevista-masaje a Teresa Forcades con el título de: Teresa Forcades, llibertat en estat pur (libertad en estado puro).  No sabemos qué conceptos de libertad y de pureza maneja el entrevistador. El título es tan ajustado como lo es en el contexto publicitario el manejo de palabras similares. Teresa Forcades es tanta libertad en estado puro como pueda serlo un Audi, el Red Bull o el iPhone5. Hay que vender, eso es todo.
Una consideración seria del pensamiento que Forcades viene expresando hubiese llevado al entrevistador a titular como titulo yo este post. Confundir el individualismo con la libertad muestra el nivel en el que acríticamente se está moviendo mucha gente fascinada por el fenómeno de la monja todoterreno. Teresa Forcades no es sólo de formación teológica protestante, sino que en realidad es protestante o, mejor dicho, presenta una fachada protestante, una sintonía que aparece cercana al protestantismo liberal. Lo revela su imposibilidad de sentire cum Ecclesia, su concepción deformada de la vida religiosa (ya no digamos de la vida religiosa contemplativa), su antropología cada vez más a-teológica. TF parte de un feminismo que condiciona su teología, que lo es todo menos liberador. Dios es manejado como un argumento a posteriori, como algo manipulable en orden a justificar las propias aseveraciones. Detrás del fenómeno Forcades emerge la carencia de un acompañamiento espiritual serio, con una Superiora (y buena parte de la comunidad) que se siente en inferioridad intelectual y que, por tanto, es incapaz de ejercer el rol de autoridad (incluso de "maternidad", si se quiere) que la mismísima Regla benedictina le otorga. No hay que esperar ninguna intervención desde su comunidad. Como no hay que esperarla desde el Abad del monasterio quien, cómodo en su no inmiscuirse y respetar la autonomía, no dirá una sola palabra que pueda ni de lejos cuestionar a quien se está convirtiendo en un ídolo de la contestación preterreligiosa, del catalanismo joven y del cristianismo guay. 
Que esta mujer haga apostolado del chavismo, pues eso, libertad en estado puro. Que defienda que en el independentismo está la salvación como otros defienden con uñas y dientes que extra Hispaniam nulla salus, libertad en estado puro. Que ciertos postulados de TF concuerdan, en sus efectos, con los de la cultura de la muerte, libertad en estado puro. Que sus planteamientos femenino/masculino son un puro calco de la ideología de género, libertad en estado puro. Pero del otro lado están los terribles opresores, los verdugos del pensamiento, la derechona eclesiástica. Me refiero a esas voces intolerantes que están pidiendo su secularización a partir de su implicación política. Sinceramente, un servidor, outsider confeso, sería más partidario de presentar una reclamación a la Oficina del Consumidor. Nos venden a una monja con su hábito, su toca, su carné de benedictina. Tal vez en el pasado lo fue, hoy es sólo una máscara, un disfraz de carnaval, una publicidad engañosa, marketing éticamente dudoso. Pero si le quitamos eso, ¿qué quedará del fenómeno? ¿Cuánto tiempo hace que oyeron hablar por última vez de Leonardo Boff? Pues, eso, que no hay derecho, qué malos son esos que piden su secularización. En realidad, Miró y compañía deberían dejar fluir sus pasiones patrióticas y pedir que se conceda a TF la Creu de Sant Jordi.