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domingo, 1 de noviembre de 2009

Del siglo pasado: Josep M. Llovera y la actualidad neomaniquea


En la primera mitad del siglo pasado tuvo la Cataluña católica pensadores relevantes, cuyos escritos revelan una profundidad de conocimientos, una útil erudición que difícilmente se encontrará hoy en nuestros teólogos y filósofos. Hoy quiero recordar al canónigo Josep M. Llovera, sociólogo y traductor, y en concreto, su versión catalana de las Confesiones de San Agustín, ilustrada con abundantes notas a pie de página y con una nota proemial en la cual, cuando retrata al adolescente de 1931 en su semejanza con el joven Agustín, parece que esté trazando con pocas variaciones el retrato de no pocos de nuestros contemporáneos (y no precisamente sólo de nuestros adolescentes):

“(El joven) será un dogmático encuadrado en un maniqueísmo de moderna acuñación, que pretenda explicar el mundo y la vida como un juego de acciones y reacciones de fuerzas contrapuestas, de principios antitéticos, y dé como destino final de la vida humana la reabsorción en un mar de luz del que cada alma será concebida como una chispa. Con esto la petulancia juvenil creerá haber alcanzado la superación de ese concepto mezquino de un Dios personal y providente que se forman los católicos, de la misma forma que Agustín creía haber superado el antropomorfismo empequeñecedor de la divinidad que él confundía neciamente con la fe de la Iglesia. Un concepto más amplio (es decir, más laxo) de la moralidad se desplegará a sus ojos, una moral en la que tendrán cabida todas las inmoralidades, especialmente las de orden sexual, que la pseudociencia actual proclama y avala y que, por singular coincidencia, encontraríamos prácticamente cada una de ellas practicadas y avaladas por la moral maniqueísta. Incluso, si se quiere, no faltará, como en el maniqueismo, el paliativo de las “abstenciones”, bautizado con el venerable título de “austeridades”, ni las morbosas sensiblerías de los maniqueos hacia los seres inferiores animados de la naturaleza. Y así como aquellos antiguos sectarios, generosa y compasivamente, llegaban a considerar como semicristianos a los pobres católicos, que gemían bajo el peso de una “autoridad terrible”, así el adolescente de hoy, pretencioso como Agustín, se considerará liberado de un pesado yugo y se sentirá superior a los que todavía son esclavos de los prejuicios admitidos en la infancia, más aún si, como a Agustín, le ocurre que se topa con defensores de la doctrina católica porfiados, pero al mismo tiempo faltos de formación e ineptos, sobre los cuales obtenga una victoria fácil. Aun así, la paz intelectual, fruto sólo de la posesión de la verdad, no le será otorgada. Como Agustín en su novenio de extravío, vivirá en buena parte sólo de esperanzas, esperando el gran adoctrinamiento de Fausto. Fausto será, para el joven culto de hoy, un nombre cualquiera de los grandes maestros de la filosofía naturalista. Mientras aplazará el contacto directo con las obras de tales maestros, creerá que todas las dificultades que hierven en su espíritu serán detalladamente aclaradas y resueltas. Con el contacto directo vendrá también el desengaño. Podrá descubrir allí el talento y elegancia de Fausto, pero, al mismo tiempo, su vaciedad y parvedad de doctrina. Como antes fue un dogmático del maniqueísmo disfrazado de ciencia moderna, llegará ahora a la posición escéptica o agnóstica de los modernos académicos: Ignoramus et ignorabimus (no sabemos ni sabremos).”

[Traducción del catalán (manifiestamente mejorable) de un servidor]

2 comentarios:

Maspons dijo...

Gràcies, m'has descobert a Llovera i m'has recordat que he de llegir ja! S. Agustí.

Jordi Morrós Ribera dijo...

San Agustín y todos los autores clásicos son de permanente actualidad.