Como excepción, hoy he corrido cuarenta minutitos por el campo. Ya decía William Jammes, en su Compendio de Psicología, respecto a los vicios y a las virtudes, que la repetición de un acto lo facilita hasta casi automatizarlo, porque en ese todo que es el ser humano quedan grabadas las impresiones repetidas, es decir que, a fuerza de repetición, independientemente de nuestra voluntad de recordar o de perdonar, nuestras moléculas materiales o espirituales memorizan implacablemente. Es el hábito, la costumbre. A mi organismo debe sucederle algo parecido, porque, acostumbrado al entorno espeso al que nos habituamos los corredores urbanos, hoy reaccionó de pena en la naturaleza sin tregua del campo. Punzada lateral, cansancio, nerviosismo, todo ello debido, según creo, al aire demasiado transparente y puro (con lo alimenticio que es el de ciudad), al silencio demasiado ininterrumpido (qué añoranza de ese caleidoscopio decibélico de motores, gritos, martillos percutores)... Total que me ha pasado como al Cardoso de El malvado Carabel, admirablemente interpretado en el cine por Joaquín Roa...
(Por cierto ¿a qué se parece este proceder de animar a los currantes a esforzarse mientras los que están al mando van y vienen con coche? Rayos y truenos, ¿a qué me recuerda esto? Ay, demasiado olvidado don Wenceslao...)
2 comentarios:
Això ho fa respirar aire pur^-^.No et cansis!
ay, ay, ay, Outsider Friar, cómo me he reído con el youtube que ha puesto Vd., tengo que ver esa película pero ya, desde luego vaya cine que se hacía "antes", contra Franco -a veces, claro- se creaba mejor, o quizás es que la gente leía más, se lo curraba más o yo qué sé.
Nn abrazo y feliz Domingo, día del Señor (y del aperitivo institucionalizado, de la comida o visita familiar y de la melancolía a media tarde, ahora ya con el horario cambiado, ay, Señor...)
Aurora
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