
Ya está liada, ya andan todos los blogs de vigilancia católica arremetiendo contra Teresa Forcades. Se veía venir y lo único que extraña es que la reacción reaccione tan tarde. Es el poder de los medios. Sor Teresa había escrito en Foc Nou en el número de mayo pasado. El artículo se podía consultar por internet incluso. Su posición era, a mi juicio, clara: un prochoice en toda regla aliñado con un poco de compasión estéril y de plausible antimachismo. Un aliño complementario que no logra disimular la sustancia de una postura diametralmente opuesta a la moral del magisterio de la Iglesia. Sin embargo, ni pena ni gloria, porque para una mayoría de público lector de Foc Nou basta a veces que algo sea antimagisterio para que resulte loable y para el resto lo único que nos merecía era un "no meneallo" y que se ocupe de la monja quien tiene sobre ella responsabilidad (a menos que se entienda que los superiores religiosos sólo están para firmar las cuentas). Luego la cosa se vio en TV y, claro, ha saltado el escándalo. Y ya están algunos clamando al obispo, al metropolitano y al Papa de Roma, y los comentaristas pidiendo secularización, excomunión y disciplina de azotes. Personalmente creo que no va a pasarle nada, que aquí paz y después gloria, porque en esta Iglesia tan represora y tan esclavizante todos hacemos lo que nos da la gana. Incluso, como Forcades, un ejercicio de irresponsabilidad para quien viste un hábito sagrado.
Monjas, huy, huy. Las he conocido de (casi, claro) todas clases. Activas, contemplativas, místicas, pasotas, temerarias, ingenuas, letradas, listas, benedictinas, salesianas, cistercienses, esclavas del sagradocorazón delapasión dejesússacramentado, josefinas, clarisas, dominicas, hospitalarias, mínimas, jerónimas, escolapias y etc. y etc. Son un mundo: cada congregación, cada monasterio, cada comunidad, cada monja, cada palabra y cada silencio. Las hay firmes y las hay rebotadas. Las hay con una vocación como la copa de pino y otras que están allí porque tienen que estar en alguna parte.
Prudentes e insensatas. Pero incluso las feministas, las que propugnan alcanzar un status jerárquico en la Iglesia, las que pugnan por la ordenación femenina, por ejemplo, deberían saber que la sensatez es el camino del éxito y que la medida del coraje no es la del escándalo que puedan provocar. Mal camino éste.
Forcades tiene sus seguidores/as. Se entusiasman con ella. No niego que pueda decir algo interesante y fructífero. Pero a mí se me han quitado las ganas de oírla. Prefiero oír a esta otra, que no era menos feminista, ni menos madura, tal vez sí menos brillante y mediática, menos titulada y menos "teóloga" (ja), pero desde luego tenía más sentido común y especialmente más sentido de la propia vocación: