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viernes, 11 de febrero de 2011

Servir en la enfermedad


Hoy, Virgen de Lourdes, jornada mundial del enfermo. El enfermo es, sirve, vale. Esto es algo que tenemos que proclamar muy alto contra la tendencia a infravalorar, a “inutilizar” por definición al enfermo. Haremos bien en recordarlo, si no por otras razones, al menos por la incuestionable realidad de que cada uno de nosotros, si no lo es, ha sido en algún momento o será sin duda en el futuro alguien enfermo, es decir, partícipe de tan acerba condición.

Vinculamos acentuadamente la enfermedad con la incapacidad, con la ineptitud, con la nulidad. Sin embargo, hasta en la enfermedad una vida puede ser fecunda, dar fruto. Incluso indirecta e involuntariamente. Pongo unos ejemplos chiquititos y uno grande.

El ejemplo chiquitito es el de mi amiga M.C.; cuidó a su padre, en estado “vegetativo” (entrecomillo, porque no parece que siempre nuestros conocimientos sean plenamente capaces de dirimir la frontera entre la conciencia y la inconsciencia) durante seis años, hasta que murió. A veces le preguntaban cómo lo soportaba, qué hacía aquel hombre en aquel estado; “me hace compañía”, decía ella.

Otro ejemplo chiquitito es el de mi feligresa la señora P. Padece manía persecutoria desde hace mucho tiempo. Dice que la persiguen por motivos políticos, la espían, no tiene teléfono porque se lo pinchan, le abren la correspondencia, la observan cuándo sale a comprar, etc. Mientras vivió su madre (anciana y enferma, pero lúcida), conservó todavía un resquicio de apertura, una ventanita al equilibrio. Desde que aquella aparentemente inútil viejita nonagenaria murió, la señora P. se ha desbordado: le entran en casa cuando ella no está, le han robado la documentación de su tesis doctoral, le han cambiado el médico de cabecera por uno del partido, la Caja de Ahorros le ha retenido la devolución del IRPF...

El ejemplo grande: hace unos días se cumplieron 30 años de la muerte de Marta Robin. Meto entre paréntesis sus viernes de Pasión o su alimentación casi exclusivamente eucarística (lo dejo para los arduos y a veces preocupantemente malsanos buscadores de curiosos fenómenos sobrenaturales, lo dejo también para los que, en el otro extremo, desdeñosamente desprecian lo que ignoran). Me limito a que por su lecho de dolor, donde durante más de 50 años estuvo postrada, pasaron a visitarla miles de personas, recibiendo la mayoría de ellas la visita del consuelo o el interrogante sobre el absoluto. Me limito a sus Foyers de Charité repartidos por el mundo.

La enfermedad puede ser sólo una maldita desgracia. O puede ser, además de una desgracia, una ocasión de gracia y de servicio.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

superbe, père!! merci beaucoup!!

Jordi Morrós Ribera dijo...

Muchas gracias por descubrirme una vida tan escondida y tan fecunda que hasta ahora desconocía por completo.

Además la he descubierto precisamente hoy que he ido a ver a un amigo (sacerdote y monje) que ha estado gravemente enfermo y que gracias a Dios se encentra muy recuperado.

Giocondo dijo...

bueno lo de la señora P. me ha conmocionado , a Martha sólo con ver su imagen uno/a cree en su santidad , pero la señora P. P de paranoica ¿quién la cree , ? ¿quién la comprende ?
No se quien me dijo , eso de Sí tendreis razón , soy un loco un paranoico ,,,¡pero a los paranoicos nos persiguen! esto es las burlas de los demás sobre su mal , eso es una persecución , la incomprensión les aleja de una comunicación normal el aislamiento los hace padecer y lo de por motivos políticos ... bueno puede haberle pasado realmente y lo ha extrapolado ... es bueno que sea feligresa . al menos está en una comunidad