A veces uno se da cuenta que, desde la vida regular, se encuentra menos enterado de lo que pasa en el mundo de lo que cree. Comentaba yo gozoso hace unos días con un sacerdote del arciprestazgo que en los últimos meses en nuestro barrio han cerrado 3 puticlubs de los de toda la vida, o sea de los que llevaban décadas funcionando. Será cosa de la crisis, nos decíamos. Había que alegrarse no sólo porque descendiera el número de los pecados de la carne, sino también porque, digan lo que digan los/as liberales, en tal intercambio económico subyace generalmente una explotación de la mujer.
Santa inocencia. En realidad, resulta que la demanda no ha disminuido, sino que se ha desplazado. Me lo dijo mi descreído amigo J.Q.:
-Han cerrado porque no pueden competir con las peluquerías chinas.
-¿...?
-En los masajes que ofrecen se puede pactar discretamente con la chica, mediante pago de suplemento, un "final feliz".
-¡...!
-No hay que andar costeando innecesarias copas fraudulentas y teóricamente entras ahí para que te alivien la tortícolis, y alguna vez hasta te la alivian de veras, pues algunas tienen buenas manos. Todo son ventajas.
Iluso de mí. Paso casi a diario delante de uno de tales establecimientos. Y es verdad que alguna vez me extrañó ver a señores esperando pacientemente en cómodos sofás y rara vez sentados en los sillones de cortar el pelo. Y yo que atribuía las minifaldas de las chinitas peluqueras a una personal inclinación por el manga o algo parecido, cuando resulta que se trata simplemente de una especie de visual merchandising, rayos y truenos.
1 comentario:
Santa inocencia, jejejejeje.
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