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lunes, 10 de mayo de 2010

Culto de mitras


Fue hace años. Era en la sacristía, a punto de empezar la celebración solemne en la fiesta de la patrona. El monaguillo miró compasivamente al obispo y con esa espontaneidad impertinente que caracteriza a los muchachos de nuestro tiempo le espetó: “No et fa vergonya sortir amb això al cap?” (¿No te da vergüenza salir llevando eso en la cabeza?). Recordé la frase el pasado día 25 cuando la multitud de prelados subían las gradas del presbiterio de Santa María del Mar en la beatificación del Padre Tous. No muy lejos de mí mossén Ll., más cerca de los noventa que de los ochenta, gruñía porque no le habían reservado sitio arriba, a él que había sido aquí y allá párroco, más próximo espiritualmente al Padre Tous que algunos de los curas que ocupaban asiento junto a sus eminencias y sus excelencias (¿qué hacía en la comitiva privilegiada el ex-secretario arzobispal incapaz de exhibir otro mérito que el de la mediocridad?).

En la fotografía la cabeza que dormita bajo la mitra inclinada es la de Cañizares. Todo el entorno había de suscitar ese momento de descanso: lo acolchado del asiento, el clima primaveral, el madrugón, la distensión de no tener un papel activo sino lo bastante de la presencia, el canto arrullador de la escolanía...Aquel momento tan callando no lo era de avivar el seso, de contemplar cómo se pasa la vida y la muerte viene, sino de descansar en las verdes praderas de una feliz liturgia que transcurría con la normalidad propia de lo que ha sido contado, medido, pesado. Otros eran en la ocasión a quienes correspondía mantenerse despiertos y vigilantes. Como el Secretario de Estado presidente, a sonreír, a estar pendiente de todo. Como el Ordinario del lugar, primero por la derecha, con la mirada atenta del padre de la novia, un tanto tenso, fluidamente feliz. Como el ceremoniero arrogante que en su juventud todavía no ha alcanzado a comprender que el suyo es un oficio como el del historiador servil en el siglo XVII, un métier mechanique et remplaçable en feliz expresión de Bercé (algo parecido, lamentablemente, a mucho periodista de hoy). Como el President Montilla poniendo cara de interés ante las cámaras, como si la beatificación le importara tres cojones (la cámara sí importa, flash, flash). Como el contrincante Mas, una vez más yendo por delante y perdiendo: se daría cuenta al final de la ceremonia que es mejor estar en el tercer banco en el lado pasillo saludado por sus eminencias (como lo fue Duran i Lleida) que en esa olvidada tierra de nadie de mitad del segundo. Como la Superiora General de las pastoras que estaría repasando si en los agradecimientos finales olvidaría a alguien (no, Madre, no, ni a la última gárgola de la basílica, las gracias a usted por terminar de una puñetera vez). Como los capuchinos confratelli del Beato en su humildad, con sus venerables barbas, haciendo de contrapeso a tanta pompa, a tanta sotana morada, a tanta mitra. La mitra inclinada era de las más majestuosas, la más alta sin duda, supongo que de alguna manera hay que contrarrestar la diferencia de entidad física, especialmente cuando tienes al lado a un pívot como don Carlos, a quien el peso de los años ni dobla ni encoge.

En fin, quien no se haya dormido nunca en misa que tire la primera piedra. O tal vez no, tal vez yo me equivoque y resulte que monseñor no dormitaba sino que meditaba profundamente, parando mientes en que el destino de Tous habría de ser el destino de todos y especialmente de aquellos que con anillo y sombrero romboidal llevan la responsabilidad última, la carga, que lo es, de enseñar, de santificar, de decidir. O acaso sería aquello de: “yo duermo, pero mi corazón vela”.

(Al final, fui a felicitar a fray Valentí, un historiador nada servil, hay más sabiduría en un pelo de su venerable barba capuchina de la que habrá nunca en toda la cabeza de aquel maestro de ceremonias, uf, se conoce que a veces con los blogs pasa como con las escopetas, que los carga el diablo, plato, pum, pum, sorry).

8 comentarios:

Joan dijo...

Buenas fotos, out, ¿de dónde las sacaste?

Criteri dijo...

Ais, en este post creo intuir que late una indisimulada "inconexión" con el interfecto. A lo mejor se estaba mirando las uñas:)

Anónimo dijo...

Es curioso: la foto de la mitra de Cañizares es la que saca Germinans pero por el otro lado.

cansino dijo...

Percíbese cierta antipatia hacia el maestro de ceremonias o secretario del cardenal Bertone, ten cuidadin q esta gente tiene poder.

Tomás Salas dijo...

Magnífico blog. No lo conocía y he llegado a él por casaulidad (quién sabe) desde el blog de Jesús Cotta. Ya entraré más despacio y comentaré sus contenidos.

http://lacoronaperdida.blogspot.com/

Outsider friar dijo...

La primera, Joan, me la pasó el amigo de un amigo; la segunda es de un antiguo prospecto de cruceros con servicio religioso a bordo :)
No, no, Criteri, a mí su Eminencia no me cae ni bien ni mal; y no, no se estaba mirando las uñas, estaba roque (otros han sacado la fotografía justo por delante).
Si la han sacado por el otro lado, Anónimo, será porque tenían lugar privilegiado justo enfrente, vamos, digo yo.
Mire, cansino, lo cierto es que llegué pronto y pude contemplar los últimos ensayos y vi cómo el tipo le echaba bronca a un acólito capuchino con cara de buena persona, así que mucha simpatía no le tengo, ciertamente. En cuanto a lo de cuidadín, no me preocupa lo más mínimo, todo lo más que me pueda a mí pasar es que manden a la India y eso, por decirlo de algún modo, ya figura en el contrato.

Outsider friar dijo...

Es usted muy amable, Tomás; cuenta usted ya con otro amable curioso.

Anónimo dijo...

El maestro de ceremonias, que no secretario, del cardenal Bertone se llama Guillermo Javier Karcher, es argentino y es prelado de honor de Su Santidad (ceremoniero pontificio). Con las perlas que hay entre los ceremonieros pontificios (creo que todo el mundo me ha entendido) Mons. Karcher es de los pocos ceremonieros que he conocido que puede presumir de ser un buen sacerdote, hombre espiritual y de vida ejemplar. Así que no hablen mal de él solo por que le echaba bronca a un acólito, porque, dirigir una celebración litúrgica en Barcelona pone nervioso a cualquiera, hasta los mas veteranos.