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viernes, 21 de agosto de 2009

Perlas (III)


"Hazte donante de ideas". Pues ésta también es buena. La campaña que este veranito han parido desde el Ayuntamiento de Barcelona...
En plan dadivoso y participativo, pero en el fondo una tomadura de pelo. Porque resulta que el Ayuntamiento de Barcelona tiene, además de un Alcalde y cinco Tenientes de Alcalde, un Comité Ejecutivo con veintidós miembros, una Gerencia Municipal de la que dependen una veintena larga de Gerencias sectoriales y territoriales, ocho organismos autónomos locales, cuatro entidades públicas empresariales, cinco sociedades privadas municipales, con un montón de asesores de servicios, directores, consejeros, etc. Si tenemos en cuenta que las retribuciones de la gente que están ahí para pensar van desde los 19076 a 39211 euros de los consejeros de distrito (figura creada retributivamente el pasado año para colocar a unos cuantos amiguetes políticos en tiempo de crisis) a los entre 86.586 a 168.300 euretes que cobran Gerente municipal, gerentes y asimilados, pasando por una bonita escala de directores, directores de servicios, comisionados, asesores, consejeros técnicos y un largo etcétera, cuyo trabajo se supone que es intelectual y no de cavar zanjas a pico y pala, ¿ a santo de qué se nos pide a los ciudadanos que demos ideas?
Ni siquiera se ha tenido la decencia de simular una especie de concurso con premio, sino que se entra a saco: hazte donante. Lo peor es que en esta ciudad hay todavía gente de tan buena fe, de tanta bondadosa ingenuidad, que todavía se van a apuntar al carro, empeñádonse en ser unos buenos ciudadanos que tratan de participar en la marcha de la ciudad y de las cosas que se hacen en ella, así, por la cara, creyéndose esta parodia participativa que han montado nuestras autoridades y la gente que vive de la vaquita municipal para irse de vacaciones tan ricamente. "¡Que piensen ellos!", se dirán mientras toman el sol en la playa.
Al "yo no soy tonto" publicitario le han opuesto un "yo soy donante de ideas" (o sea, en realidad, "yo sí soy tonto"). También yo les voy a dar una idea, ea, voy a ser donante: al que ha ideado esta campaña que lo manden a la cola del paro, a ver si allí, mientras espera turno, se le ocurre algo. Ea, ahí tienen, de gratis, tiene poco que ver con la nueva Diagonal, pero va a ser en favor de toda la ciudadanía.
(Lo que yo decía en un post anterior: si es que van provocando...)

martes, 18 de agosto de 2009

"Perlas" (II)


"La ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, desaconsejó hoy besar, dar la mano, besar reliquias religiosas o meter la mano en las pilas de agua bendita de las iglesias por ser vías por las que podrían aumentar los contagios de gripe A en España..", dicen los medios de información del día 14 de agosto.


Y uno, que a veces es un poco primario ante estas recomendaciones exquisitas, se pregunta así a bote pronto y a lo bruto (y perdonen ustedes la ordinariez): Y... ¿follar se puede, sra. Ministra? Y no es que uno, por razones que fácilmente se entienden, tenga una especial preocupación en este aspecto, pero no puede evitar pensar, en su ignorancia sanitaria, que acaso un medio de contagio puedan ser también las relaciones sexuales y que no puede evitarse una cierta extrañeza en cuanto de ningún modo se desaconseja, por ejemplo, mantener relaciones sexuales, especialmente entre desconocidos/as. Tal vez el peligro no exista por este medio, tal vez, disculpen una vez más mi ignorancia en este terreno, esté ya extendido el uso de los preservativos de cuerpo entero, como aquellos que usaban en una película cuyo nombre no recuerdo Leslie Nielsen y Priscila Presley. La ignorancia es atrevida. Tan atrevida como para pensar, por ejemplo, que con las cifras que a veces se dan del negocio de la prostitución en España y el contacto que ello comporta (algo más, que yo sepa, que dar la mano, a no ser que la cosa se limite a decir "hola", lo que parece bastante improbable) podría ser éste un alto factor de riesgo. También es verdad que tal como va la economía, por mucha pandemia que haya, no están los tiempos como para desincentivar la actividad de 4000 locales de alterne y mandar al paro a otras 80.000 personas (manejo las cifras más bajas que he encontrado), así que no me extraña que haya que prevenir y recomendar sobre factores más mortíferos, menos necesarios y de escasa incidencia en la situación económica, como son las terribles pilas de agua bendita. También podría ser que doña Trinidad y sus asesores hayan tenido en cuenta los hábitos de higiene de los diversos grupos de población, es decir, que probablemente consideren que los usuarios y las trabajadoras de la prostitución son personas limpias y asépticas como los chorros del oro, mientras que la gente que va a misa somos más bien guarros e infecciosos. Ay, qué cosas tiene el calor, qué razonamientos tan particulares genera...Creo que debería ponerme a ayuno de bloggear hasta septiembre, aunque reconocerán ustedes que hay gente que va provocando.

viernes, 14 de agosto de 2009

"Perlas" (I)


En verano da tiempo de leer con detenimiento cosas pendientes, aunque sólo sea para cambiar ligeramente de registros. A veces uno se encuentra con "perlas" como la que sigue. Sirven para entender de qué manantiales han bebido ciertos personajes de moda que en nuestro reducido redil desatan escándalos inútiles en la ortodoxia clásica, provocan aplausos en la ofuscación o dan un poco de lástima desde la inteligente serenidad. Pues eso, que ya ven que ni siquiera se puede decir que sean originales:

"Cuando una mujer se queda embarazada dentro de una amante, solidaria, respetuosa relación, tiene ante ella el camino abierto para optar, y decide que no quiere tener un niño, y tiene acceso a un aborto seguro y accesible, eso no ha de ser visto como una tragedia, sino sólo como una bendición. La capacidad de disfrutar del don de Dios que es la sexualidad sin comprometer la propia educación, la vida laboral, o la capacidad de usar los dones y la llamada de Dios es simplemente una bendición...
Hay dos cosas que quiero que recuerden: el aborto es una bendición y nuestro trabajo no ha terminado...Quiero dar las gracias a todos los que protegéis esta bendición, que lleváis a cabo este trabajo un día tras otro: profesionales de la salud, médicos, enfermeras, técnicos, recepcionistas, que se arriesgan para cuidar a los demás; a mis ojos, son ustedes héroes, son santos; los escoltas, los activistas, los integrantes de grupos de presión, los defensores de las clínicas, todos ustedes. Ustedes están comprometidos en una labor sagrada."

(Palabras dirigidas por una presbítera episcopaliana norteamericana en el año 2007 a los prochoice y publicadas en la NARAL de Texas; el sermón puede leerse también en su blog personal y fue reproducido, asimismo, en el blog de Damian Thompson de The Telegraph. En Marzo -con efectividad en julio- la sacerdotisa fue elegida Presidenta de la Episcopal Divinity School de Cambridge. Enhorabuena. Para la cultura de la muerte, claro.)

viernes, 7 de agosto de 2009

Anversos aparentes que esconden reversos auténticos

No es infrecuente que a veces la tristeza nos asalte. Todos conocemos esa sombra que en el momento menos pensado disminuye nuestra claridad vital, incluida esa extraña sensación de que la gente en torno parezca extrañamente más feliz.
En realidad, sólo es apariencia, como en esta antigua postal francesa, que alguien escribe, después de la I guerra mundial, probablemente a un camarada. En el anverso, la Sale des fêtes del Hôtel de Ville de Avignon.

En el reverso, la declaración de la desolación. Traduzco torpemente del francés: Por fin, de vuelta a casa después de un largo y penoso viaje. Usted puede adivinar lo que supone para mí este regreso al hogar vacío. En fin, qué remedio, nada se puede hacer, sufrir solamente...

Por si fuera poco, parece que incluso la metereología acompaña, con un frío más intenso...

lunes, 3 de agosto de 2009

Si fuera prosista escribiría cosas así (IV) o don Joaquín el "diplomático"


El pueblo donde don Joaquín ejercía de párroco tenía a la salida del núcleo urbano un pequeño tesoro: el monasterio de Santa Clara. El monasterio tenía su propio capellán, don Práxedes, un ancianito de ochenta y muchos, retirado en la antigua casita del recadero, cuidado con mimo por aquellas santas mujeres. Él les decía la misa cada día puntualmente, aunque los achaques hacían que la dijera de un modo un tanto particular, mezclando apresuramiento y dudas. No era extraño que a mitad del Padrenuestro don Práxedes volviera la cabeza nerviosamente hacia la madre Abadesa mientras preguntaba: "¿He consagrado, he consagrado?" Invariablemente la reverenda Madre asentía con la cabeza y el monaguillo esbozaba una sonrisa. Por eso y por la sordera la comunidad había decidido dispensarle del oficio de confesor. Ahí entraba don Joaquín. Cada dos semanas el párroco se daba un paseíto de lunes mañanero hasta el monasterio. Misa, desayuno y confesiones. Tal era el programa. La misa y la confesión son dos sacramentos y, por tanto, de una importancia inefable. Pero el desayuno también era incomparable. Unos suizos hechos con verdadera devoción y, en cuanto al chocolate, espeso como a don Joaquín le gustaba, pero espeso, espeso, de esos que se hincaba la cuchara en vertical y ésta no se desplazaba ni a derecha ni a izquierda, se quedaba como la excalibur, espeso, espeso.
Aquel lunes don Joaquín, después de la misa, entró en aquel locutorio que olía a madera de la buena y, como de costumbre, tenía ya puesta la mesa con un mantelito delicadamente colocado, la servilletita bordada, la cucharita. Sonó la voz de la portera desde el otro lado del torno: "Don Joaquín, aquí tiene". "Muchas gracias, hermana". El torno giró y allí estaba la jícara humeante y la bandejita de suizos. "Que aproveche". Estaba ya el buen cura sentado, segregando los oportunos jugos gástricos, partiendo el primer suizo para sumergirlo en aquella delicia, cuando se abrió la puerta interna del locutorio y asomó la Madre Abadesa. "Buenos días nos dé Dios". "Muy buenos". La Madre cogió una silla y la acercó a la tupida reja. Mala cosa, pensó don Joaquín, mala cosa. "Usted desayune tranquilo, que yo sólo vengo a pedirle un favorcito". Mala cosa, muy mala, y con diminutivos peor. ¿Cómo podía uno engullir tranquilo aquel desayuno casi pecaminoso delante de aquella compuesta mujer, delante de aquel rostro enjuto por las penitencias aunque dotado de una extraña alegría interior que a buen seguro no provenía del espesor del chocolate? "Se trata de la novicia, de Sor Lourdes, don Joaquín, pero usted coma, hombre, coma". "A ver dígame, está esto muy caliente, mejor espero que se enfríe un poco, así que vaya al grano, Madre, al grano", dijo don Joaquín con impaciencia. "Pues que la chica no sirve para monja, lo sabemos todas, pero es tan buena, si viera cómo cuida a las mayores, es tan buena, que yo no sé cómo despedirla, don Joaquín, que me cuesta, ¿por qué no me ayuda, usted?". Don Joaquín acababa de hincar la cuchara en vertical en el tazón de chocolate y tenía la correlativa impresión de que la Abadesa le había clavado una estocada. Se podía negar un favor al alcalde, se le podía decir que no al comandante del puesto de la guardia civil, se le podía hacer un feo al rico del pueblo, pero ¿cómo responder con una negativa rotunda a una Abadesa de Santa Clara? "Usted tiene recursos, don Joaquín, usted sabrá cómo insinuárselo, como hacerle ver que..., pero es que es tan buena chica, pero aquí no puede seguir, no es lo suyo, ayúdeme, por favor". Inútil la vacilación, pero, Madre, yo, yo y todo eso. Don Joaquín se quedó mirando la excalibur, la pulcritud monacal reflejada en la servilletita primorosamente doblada. Luego miró a la Abadesa y no soportó aquel reflejo inusual de preocupación. "Vaya usted, mujer, vaya, ya se me ocurrirá algo".
Las confesiones seguían un riguroso turno. Primero la Abadesa, después la Vicaria, luego las monjas por riguroso orden de profesión, finalmente la novicia. Don Joaquín tenía dieciséis monjas en confesión antes de llegar al momento de marras. A ver si se le ocurría algo, a ver si la gracia de estado y esas cosas que caen del cielo, a ver. Las confesiones tenían algo de rutinario y repetitivo, porque la rutina no está necesariamente reñida con la sacralidad. A veces alguna monja buscaba la acusación ajena: "He faltado a la caridad, pero es que la hermana X me dijo esto y me hizo aquello..." En estas ocasiones, don Joaquín cortaba: "espere, espere, hermana, que acabo de oír un pájaro ahí fuera, un momento..." Entonces el cura se levantaba, daba un paseíto corto y cuando le parecía que a la monja le estarían empezando a doler las rodillas volvía al confesionario y espetaba sin tregua: "tres padrenuestros, avemarías y glorias, ahora acto de contrición, ego te absolvo...". El confesor había perdido ya la cuenta, seguía sin ocurrírsele nada, las voces de las penitentes iban haciéndose cada vez más jóvenes y cuando se dio cuenta estaba ya al cabo de la calle. "Ave María Purísima". "Sin pecado concebiiiiida". "Padre, hace dos semanas que no me he confesado y soy novicia". Y entonces, como si un resorte extraño le subiera hasta la voz, como si el chocolate desplegara todo su efecto energético, don Joaquín le espetó a la muchachita: "¡Ese, ese, ese es el primer pecadooooo!". La chiquita se fue corriendo y, aunque don Joaquín esperaba oír un lamento lejano, el oído le decía como que cantaba.
Al día siguiente, sor Lourdes volvió a ser Lourdes. Salió del monasterio con las ropas que llevó al entrar, con un pañuelo en la cabeza, con un fardo lleno de regalitos de las hermanas. Don Joaquín había pasado un mal rato el día anterior, pero tuvo que sonreír cuando le contaron que en realidad sor Lourdes quería irse, que veía desde hacía tiempo que aquello no era lo suyo, pero que le daba mucha pena no saber cómo decírselo a las hermanas, porque todas, especialmente las mayores, eran muy buenas con ella. "Lo que no se me ocurra a mí", se dijo don Joaquín. Digo.