Los primeros días de octubre nos
trajeron dos eventos eclesiales multitudinarios en Barcelona, aunque
con protagonistas bien distintos.
Evento multitudinario número 1: la
cena de Catalunya Cristiana y Radio Estel. Exitazo, según los
organizadores. Mil personas. De ellas, calculen que un centenar
fueron comensales institucionales, fueron porque tocaba. De Obispos,
sólo salen en las fotos nuestro Cardenal y su Auxiliar. ¿Será que
los demás no fueron fotografiados o será que no estaban? Cuesta
creer que Vives o Novell dejaran escapar el flash correspondiente. O
será que estos medios son 99% barceloneses. Será. En las fotos del
acontecimiento la que sale hasta en la sopa es Marina Rossell,
diríase que oficiaba como madrina del acto. Los demás comensales,
en su inmensa mayoría, cristianos guay.
El cristiano guay catalán constituye
una especie bien diferenciada. Normalmente milita en UDC, partido
que, como es sabido, es muy sensible a la cuestión catalana, pero
que cuando se trata, por ejemplo, de la defensa de la vida opta por
abstenerse, ya que tal tema es “muy complicado” y, además, los
cristianos guays son siempre y en todo muy modernos. Los cristianos
guays suelen ser ortodoxos, pero a su modo, es decir en el mismo
grado de conocimiento del francés de aquel chiringuito de la Costa
Brava: “on parle français, però no gaire” (se habla francés,
pero no mucho). El cristiano guay, si es laico, estudia en el ISCREB,
donde un profesor guay le revela, por ejemplo, que, oooooohhhhhh,
Jesús sólo instituyó dos sacramentos y que los demás son inventos
de la Iglesia, lo cual es una información ideal para no confesarse,
para relativizar la indisolubilidad matrimonial, para tener al
ministerio presbiteral en la desestima que se merece y para
considerar la unción de los enfermos algo parecido a las velas
cruzadas de San Blas. Al cristiano guay no le gusta la palabra
“caridad” y, en su lugar, prefiere hablar de “solidaridad”
que es más transversal (la transversalidad es siempre muy guay); en
general, al cristiano guay no le gustan las virtudes y prefiere los
valores, porque, en el fondo, las virtudes hay que currárselas
mientras que el valor se le supone. El cristiano guay suele ser
bastante reacio a arremangarse y dar el callo; él entiende como
solidaridad el ímprobo trabajo de la concienciación, de los
comunicados-del-colectivo X, la Carta por la Paz y otras zarandajas
de poco o nulo efecto práctico, pero que lucen mucho , especialmente
si están subvencionados gracias a unos políticos muy guays (no hay
que olvidar que al cristiano guay le cuesta también rascarse el
bolsillo y en este sentido sí que hay que reconocerle a la cena de
marras un éxito imprevisto). Al cristiano guay, si es diácono
permanente, le gusta remenar les cireres (lo siento, estoy de un vago
que no me da ni para traducciones, les pongo la de Google: remover las cerezas, toma del frasco). El
cristiano guay es muy ecuménico; le fascina, por ejemplo, cómo
inciensan los ortodoxos en sus liturgias, pero si usted le cuenta el
complejo modo de incensación que preveía la antigua liturgia
católica el cristiano guay le dirá que eso son tonterías
preconciliares. El cristiano guay catalán, cuando se canta el Credo,
frunce el ceño y baja el volumen de voz al llegar al “ro-ma-a-na”
. El cristiano guay político, cuando se aprobó el Estatut, no dijo
ni pío respecto a la “salud reproductiva y sexual” (todos
sabemos lo que eso quiere decir, pero él prefiere no enterarse o
interpretar modo suo, porque ya se sabe que queda guay y aggiornato).
El cristiano guay nunca utilizaría este singular tan machista y sin
duda se referiría a "los cristianos y las cristianas guays". El
cristiano, si es monja y extraordinariamente guay, viste velo y
pantalones; si no es tan guay, viste como las chicas de oro, de modo
que puede confundirse con ellas, aunque en el momento que abre la
boca revela una insensatez de la que aquellas carecen. El cristiano
guay, si es religioso, no está en el mundo, pero es del mundo y se le
reconoce pronto porque tiende a poner una sonriente cara de cretino.
El cristiano guay o es profesor o es funcionario o, simple y
llanamente, vive del cuento (reconozco que en esto no se diferencia
de un servidor). El cristiano guay, cuando su trabajo consiste en
tratar con personas, dice que “trabaja con”; ejemplos: trabajar
con marginados, trabajar con sin techo, trabajar con discapacitados;
curiosamente, las más de las veces ese “trabajar con” equivale a
rellenar fichas. El cristiano guay asiste a cursos del Centre
d’Estudis Pastorals, ese centro que teóricamente debería servir
para formarnos a los pastores, pero del que huimos porque, puestos a
perder el tiempo, preferimos incluso leer Catalunya Cristiana o
escuchar Radio Estel; por cierto, el último cuaderno que han
editado sobre (traduzco el título, que este es fácil) La espiritualidad en la comunidad cristiana. Guía de
buenas prácticas merece, con mucho merecimiento, un post aparte. No
quiero olvidarme de que el cristiano guay catalán, si es clérigo,
asegura que la culpa de sus repetidos fracasos pastorales la tiene
Rouco Varela. En fin, no quiero cansarles, porque me parece que a
estas alturas la figura está suficientemente definida.
Evento multitudinario número 2:
Encuentro de voluntarios de Cáritas en el Fórum. Bastantes miles
más que en el evento anterior. Hay que reconocer, sin embargo, que
el cubierto era más barato e incluía final en la Basílica de la
Sagrada Familia. Si uno mira las fotos, se percata de que la mayoría
eran chicas de oro. Pero si para las Golden Girls de la tele lo
importante era ligar, para estas de nuestras Cáritas, lo importante
es atender necesidades. Y lo hacen día tras día y semana tras
semana. Aguantando ingratitudes y a veces incluso protestas
desabridas, porque hay necesitados que necesitan mucho y lo reclaman
incluso exigentemente. Cuando alguna vez un cristiano guay atiende
alguna necesidad, lo cual suele ser de higos a brevas, lo califica
como una experiencia-muy-enriquecedora. Las chicas de oro no
necesitan enriquecerse con experiencias, sino que lo que hacen es
para ellas una cuasiobligación de la fe que profesan, de la fe que
les mueve. Tal vez no asistan a largas charlas sobre la
concienciación y el cambio-de-las-estructuras, pero su labor, esa
calificada peyorativamente como puramente asistencial, es una labor
necesaria. Sí, realmente son chicas de oro, lo son por los muchos
quilates de su splendor charitatis.
Sólo una observación final: Supongamos que Catalunya Cristiana y Radio Estel fueran medios exclusivamente de la diócesis barcelonesa. La diócesis de Barcelona tiene, si no me equivoco, 209 parroquias. Echando cuentas, a mí 1000 comensales no me salen ni a 5 personas por parroquia. Exitazo. Pero qué guay...