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jueves, 31 de enero de 2013

De cómo el CEP “trabaja” el tema de la espiritualidad

 
El Centre d’Estudis Pastorals de las diócesis catalanas ha elaborado un opúsculo bajo el título L’espiritualitat de la comunitat cristiana. Guia de bones pràctiques. La obrita se presenta como el fruto del trabajo recientemente realizado por esta entidad al servicio de las diócesis catalanas.
La parte más amplia (“muy importante”, dicen ellos) de la obra es un conjunto de 29 “experiencias” recogidas como ejemplo y sugerencia. De entre ellas, una experiencia sin duda positiva nos asombra por su simplicidad. Lo sencillo es sin duda lo mejor, más si se compara con otros inventos más complejos y arriesgados. Esta experiencia (la número uno) es tan simple como mantener abiertas las puertas de un templo de ciudad desde las 8 a las 20 h. Las prácticas más habituales reseñadas son, sin embargo, las relacionadas con el estudio y la meditación orante de la Palabra de Dios (Grupos de Biblia y liturgia, vigilias de oración, grupos de oración, etc.). Sin duda, son importantes, pero tienen poco de novedoso. En mi parroquia de origen funcionaban ya hace 25 años. Desde luego es algo que no pierde actualidad, pero hay que reconocer honradamente que algunas de estas “experiencias” o “buenas prácticas” no son un invento del CEP, sino que existían al margen del CEP desde hace años (e, incluso, perdóneseme el atrevimiento, pese al CEP). Otras propuestas combinan la oración con el arte musical. Otras prácticas son tan tradicionales como un Pessebre Vivent, o un Viacrucis con textos actualizados. Otras buscan conectar espiritualidad cristiana y naturaleza (un Aplec en una ermita, una romería, etc.). Parece que algunos incluso han redescubierto, oh, oh, el fuego de campamento, eso que se hacía cuando yo era pequeño (cuando había fuegos de campamento por doquier, en invierno y en verano, y no se quemaba nunca ni un puñetero palmo cuadrado de bosque). No faltan propuestas psicodélico-jesuíticas (lectura de la Biblia a través de la simbólica y la psicología junguiana), que me guardaré mucho de comentar porque mi categoría intelectual está muy por debajo de la requerida para aventurarse en la profunda incursión en la Trascendencia que los participantes (no digamos ya los animadores) alcanzan en tales prácticas, sea en la vertiente bíblica como en la onírica o en ambas a la vez. Algunas se centran en preparar la Eucaristía del domingo.
Pero hay una muy especial que merece nuestra atención, en cuanto que no es preparación sino propiamente la “Eucaristía semanal” en una Parroquia relativamente céntrica (en cuanto no periférica) de Barcelona.
Allí han conseguido una experiencia altamente significativa: “una verdadera comunidad de cristianos”. Arrea, menos mal. Ríase usted de las comunidades neocatecumenales, de las religiosas o de las comunidades parroquiales o diocesanas. Nada, nada. Todo eso son sucedáneos descafeinados, comparados con la “verdadera comunidad de cristianos” que ha conseguido, por fin, una Parroquia barcelonesa gracias a las buenas prácticas de su Eucaristía semanal. Para empezar, logran reunir a entre 50 y 60 personas. No sé qué decir. Yo celebro dos misas dominicales en mi parroquia y ninguna de las dos es la misa “mayor”, la del mediodía. No obstante, si en las peores circunstancias, (pongamos un domingo de agosto, por ejemplo) sólo reuniera en una de las dos entre 50 y 60 personas, creo que me darían ganas de tirarme del campanario. Hombre, no sería para tanto, pero sí para, al menos, revisar en qué estoy o estamos fallando pastoralmente. Sin embargo, en la Parroquia de las buenas prácticas esto se expresa como si fuera una hazaña.
Aclaremos desde el principio: en la descripción de esta práctica calificada como “Eucaristía semanal” no hay ninguna referencia a la liturgia eucarística. Ni en esta ni en ninguna de las presentadas por el CEP. Será que en la espiritualidad de la comunidad cristiana ni la celebración, ni la piedad, ni la presencia eucarística tienen relevancia. Pero sigamos. Explícitamente se indica que lo que interesa es, en la misa a que nos referimos, la celebración de la Palabra. La gente va llegando, se saluda, se cuentan las cosas y luego se empieza. Y se empieza con el cura sentado también en uno de los bancos. Tal vez no tiene un buen respaldo en la sede para repantigarse a gusto. O tal vez crea que esto es más comunidad, aquello de soy-el-cura-pero-soy-como-los-demás. No sé si el hábito hace al monje, pero el asiento desde luego no hace necesariamente al humilde. Hay sacerdotes que nos llenamos la boca de la palabra democracia, somos-uno-más, etcétera, y luego resultamos auténticos tiranos.
La paz se da después del perdón y dicen que es un “rebombori” (=jaleo) general muy bonito (¡venga jarana!). “La liturgia de la Palabra es el momento más fuerte...Como es normal, el sacerdote tiene una parte importante y tiene que tener la capacidad de no mandar y dejar hacer...Las peticiones son un momento muy importante...El padrenuestro es otro momento muy fuerte. Hacemos uno o dos círculos, cogidos de la mano y lo cantamos.” Como decíamos, no hay una sola mención a la liturgia de la eucaristía. Al parecer, la plegaria eucarística, la presencia real, la comunión sacramental son momentos menores que no contribuyen suficientemente a “hacer comunidad”. Vamos a ver. El conocimiento mutuo de los integrantes de una parroquia y en particular de los que participan en una celebración es deseable, encomiable y plausible. Lo que no se entiende es la necesidad de manipular desmañadamente las ceremonias de la iglesia para conseguir tal objetivo. Una celebración eucarística es algo más que una reunión de amigos, es algo más que un lugar de acogida de corazones solitarios necesitados de consuelo o socialización, hay Alguien que no puede ser olvidado y que ha de ocupar un lugar central. Si ese Alguien no es el primerísimo protagonista, eso no es una “verdadera comunidad de cristianos”.
El remate, la guinda final, no tiene desperdicio: “A veces se nos une un musulmán muy amigo nuestro que dice que por si acaso yo estar con Mohamed y con Jesús”. Por si acaso, habría que sugerirle al señor párroco que incluyera en esta buena práctica el postrarse cara a la Meca, porque sería algo muy bonito, muy solidario y podría ser, bien mirado, también un momento muy fuerte.
A mí sólo se me ocurren algunas preguntas:
¿Alguien podría explicarnos algún día el por qué se mandan sacerdotes a Roma a que pasen varios años haciendo postgrado de teología pastoral para que al final el Centre d’Estudis Pastorals de les diòcesis catalanes nos sugiera “buenas prácticas” de este tipo?
¿De verdad necesitan las diócesis catalanas un Centre d’Estudis Pastorals con estas características? Si se van a mudar de calle Rivadeneyra, ¿no sería ya el momento de que la Conferencia Episcopal Tarraconense replanteara su orientación?
Si una parroquia barcelonesa declaradamente y negro sobre blanco manifiesta orgullosamente que en su celebración dominical se respetan poco las normas litúrgicas, ¿no debería alguien, sea el arcipreste, el vicario episcopal o Su Eminencia Reverendísima tomar cartas en el asunto?
¿Cuándo se darán cuenta los escolapios de que, aunque les parezca sentir un calorcillo de estar “haciendo comunidad”, lo que realmente se están haciendo es un harakiri con anestesia?

4 comentarios:

Jordi Morrós Ribera dijo...

Y además esta publicación tiene un coste de 14,25 euros.

Con tu comentario y el coste anterior me parece que en mi caso no van a realizar la venta.

Anónimo dijo...

Musulmanes admitidos a la Eucaristía? Esto es gravísimo! El Señor Cardenal tendría que intervenir!

Outsider friar dijo...

No los vale, Jordi, te lo aseguro.
Anónimo, no creo que el musulmán comulgue. Vamos, sería de locos que se hubiera llegado a eso.

Maspons dijo...

valoremosles al menos las buenas intenciones,, porqué lo que sí es meridianamente claro és que es bueno , y necesario, aportar ideas hacia el objetivo que se apunta