Puestos a reformar la Curia vaticana, no sería mala idea
nombrar un Pontificio Consejo o una Congregación para la Interpretación auténtica
de las declaraciones papales. Entre mi feligresía parroquial empiezo a advertir
cierta desorientación. La señora S.P., profesora de instituto, me escribió ayer
un email: “El Papa ha dicho que es de izquierdas”. El señor L.R., que tiene 90
años y que es papista desde los 20, según afirma él mismo con orgullo, me dice
hoy: “Lo que pasa es que este Papa un día dice una cosa y al día siguiente otra; ayer que no había que estar siempre machacando con el aborto, y hoy habla contra el aborto”.
El Padre G., al hilo de las palabras dirigidas por su Santidad a los religiosos
en el sentido de que los conventos vacíos no han de convertirse en hoteles sino
en hogares para refugiados, comenta molesto: “Pues que empiece por destinar a
ello esos apartamentos papales que no ha querido utilizar”. La señora C.V.,
divorciada que vive en pareja con otro señor desde hace años, me dice llena de
alegría que pronto va a poder comulgar otra vez, que le dicen que el Papa ha
dicho que se va a poder, y que esto demuestra que la prohibición que ha sufrido
estos años no tenía razón de ser, que se debía a una Iglesia carca que por fin
va a cambiar.
Dejo aparte las tergiversaciones interesadas de ciertos
medios. Está claro que no es lo mismo no ser de derechas que ser de izquierdas,
de la misma forma que si uno dice que no es bombero no hay que inferir que es
un pirómano. Es verdad que hay cierta tendencia a manipular, incluso inconscientemente,
allí donde el deseo de oír X hace oír X donde no se ha dicho más que Y. Es cierto que nadie tiene absolutamente todo “claro y seguro” y que nadie puede
pretender tener respuesta a todas las preguntas. Ahora bien, no es menos cierto
que tenemos derecho a esperar de quien tiene el ministerio de la unidad más
claridad que confusión, argumentos serios que vayan más allá de lo emocional y
lo pasajero, más respuestas que preguntas. El Papa Francisco, como decía un
actor de teatro, tiene gancho, es un gran comunicador. Exacto y demostrado desde el primer momento. Pero mala
cosa si la facilidad de comunicación no va unida a un mensaje preciso, o sí o
no, no a un ni sí ni no sino todo lo contrario.
Examinemos, por ejemplo, esta declaración: “En los lugares
donde se toman decisiones importantes es necesario el genio femenino”. Mientras no se demuestre lo contrario, en el
seno de la Iglesia católica las decisiones importantes las toma quien está
revestido de la dignidad episcopal: el obispo de Roma, los obispos reunidos en
Concilios o Sinodos, las Conferencias episcopales, cada obispo en su diócesis,
etc. Habrá organismos asesores, lobbys, intereses creados y todo lo que ustedes quieran, pero el lugar de la decisión lleva mitra. ¿Cómo interpretar que ahí sea necesario el “genio femenino”? ¿Quiere
decirse que en el futuro habrá que considerar la consagración episcopal de
mujeres, lo cual parece católicamente bastante revolucionario? ¿O bien
hay que entender que podrán ser obispos varones casados, con lo que el “genio
femenino” estaría presente a través del derecho de consorte? Tal vez quepan más
posibilidades de interpretación, algunas tan absurdas como asegurarse de
ordenar obispos a varones afeminados... ¿Obispas? ¿Obispos casados? ¿Obispos
mariquitas? Probablemente nada de todo esto, o mejor, probablemente ni esto ni
nada, en realidad tal vez no quiso decir nada, aunque superficialmente parezca
una declaración genial, pero sería triste que el Papa hiciese declaraciones de
hablar por hablar, sólo para contentar a quienes se conforman fácilmente con superficialidades, con gestos, con signos, con consignas.
Mientras tanto, siente uno la tentación de hacer oídos
sordos cuando alguien te comenta lo último que ha dicho el Papa, resignarse a dejar que la gente se
ilusione tontamente, callar respetuosamente, acallar al corazón y al cerebro
cuando se interrogan sobre el qué, sobre adónde vamos, dedicarse a la oración y al
ayuno, esperar confiadamente en las palabras del Señor, portae inferi non
praevalebunt.