2.- «Hay muchas víctimas de la religión que hemos sufrido mucho».
3.- «La religión hace que la gente, en lugar de pensar, crea, y las creencias han propiciado la mayor violencia que ha existido en la historia».
4.- «La religión debería estar prohibida hasta los 18 años».
5.- «Este país (Estados Unidos) tuvo la primera constitución laica y secular del mundo y resulta que se ha convertido en un país de capillita».
6.- «¿Qué es esto de que el Corán, la Biblia...son libros sagrados? Son novelas.»
La proposición 1 no merece más comentario.
La proposición 2 es victimismo puro y duro. Realmente, tiene que ser muy duro y doloroso tal estreñimiento mental (el señor X estudió en un colegio de jesuitas): años y años durante los cuales los pensamientos pugnan por salir y las ideas-desecho sólo se exteriorizan con agónico esfuerzo.
La proposición 3 parece propia de un comentarista palurdo o de un tertuliano tabernario. Ningún historiador serio la suscribiría. Otra idea excrementaria.
La proposición 4 es incoherente. ¿Por qué antes no y después sí? Si "la religión mata" (esta también es del señor X), hay que prohibirla siempre. ¿Cómo puede confundirse tan fácilmente la mayoría de edad con la libertad?
La proposición 5 también sería susceptible de un comentario histórico. Pero para ello habría que saber qué significa exactamente la expresión "país de capillita", cosa que el señor X sin duda entiende, pero los demás no.
La proposición 6 refleja los amplios conocimientos del autor sobre los géneros literarios.
Del señor X se estrena hoy una antigua obra de teatro en Nueva York. Se promociona como "The play that rocked Spain and the world". Nada menos.
El Señor X es alguien que cobra del presupuesto para promocionar conciertos de Sabina, performances de Amadeo Penalver y cosas por el estilo. O para promocionar su propia provocadora obra teatral desde la plataforma del Consulado General de España en Nueva York.
Tipos como el Señor X hacen bueno al Sr. Puente Ojea, quien, al menos, tenía la decencia de ser culto; de Puente Ojea se podía afirmar, para emplear la expresión de un sabio capuchino de los años treinta, que se cerraba herméticamente en el círculo férreo de sus negaciones apriorísticas (sé que mis lectores entenderán esta última frase y que el señor X no).
Del Señor X sólo podremos concluir que sus palabras reflejan la peligrosidad de medicarse sin control contra el "estreñimiento mental": se pasa al otro extremo, es decir, a la descomposición, a la cagalera mental.
En fin, de momento sigamos pagando nuestros impuestos o recortando en sanidad para que el Señor X no deje de percibir su retribución, que bien ganada se la tiene, aunque, si nuestro discurrir intelectual no retrasara su normal curso a causa de la educación que recibimos en nuestra juventud, quiero decir que si evacuáramos fácilmente nuestros pensamientos, cogeríamos un vuelo a Nueva York y pagaríamos con gusto los 18 $ de entrada para poder asistir en vivo y en directo a la representación neoyorquina de una pieza teatral que ya en su día sacudió a España y al mundo entero.